La Contadora de Peliculas Parte 2 - [PDF Document] (2024)

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    48o el medio por elprincipio.Entonees todo se volvia unamajamama

    y nadie entendla un earajo.En estos percances, aunque untanto

    mas complicada, tampoco me era muy dificilordenar fa historia enmi mente y conrarla des-pues de principio a fin, comocorrespondfa,

    Creo que en el fondo yo tenia alma deconventillera, pues ademascan s610 mirar lasdos 0 tres fotos pegadas en el cartel -porlamirada lasciva de cura, el mohin inocente de lanina y el gestoc6mplice de la beara- yo podiainventar una trarna, imaginar todauna histo-ria y pasarme mi propia pelfcula,

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    Mi talento, sin embargo, no se sustenta-ba s610en la locaimaginaci6n de la que era due-fia, Ni en fbi buena memoria. Ni enlas floritu-ras aprendidas de mi madre y de los roneosnarradores delos radioteatros {en vez de decir:Entonces la bes6 en la boca, yome regodeabaun poquitc mas: Entonces apag6 el cigarrillo,la mira alos ojos, la rode6 con sus brazos forni-dos y pos6 sus labios enlos de ella), Nada deeso importaba tanto como la concentraci6n.

    La principal era la concentraci6n.Yo tenia un poder deconcentraei6n a

    prueba de rodo. A prueba de la genre que ibaal cine a conversar,A prueba de los gritos delos mas pequefios, A prueba de loschirliros enla cabeza que repartian desde arras los barraba-ses masgra.ndes. Pero, sobre todo, a prueba deesos nifios licenciosos y untanto mayores queiban al cine no aver la pelfcula, sino aatracar-le el bote d. las nifias,

    Para ellosera como un deporte. Si unano se dejaba nos tratabande cab ra s ch ic as y seiban donde otra. Se sentaban junto a laque estu-viera sola y de a poco Ie tomaban la mana. Lue-go,traraban de abrazarla. De besarla. Alenrados

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    50par las nifias mas resueltas, a mas mecirosas, al-gunosllegaban a la osadia de estrujarles los se-nos. 0de metedes lasmanos entre las piernas.(Una vez un barrabas de los mas grandes-de-dan que por una. a.puesra-le saco los calzonesrosados a.una.nina, los hizo girar rriunfalmentepar sabre las cabezas y lo slanzo al aire, y comola pelicula estaba aburridfsirna, losespectado-res, con gran alborozo, comenzaron a lanzarse-1 0 unos aarras).

    Yo no me dejaba.Aunque dijeran que me hacia la rnos-

    quita muerra. Me importaba un camino. Ver-dad era que a rniscorros afios ya habia jugadojuegos de papa y marna can los amigosde mishermanos. Perc al cine yo iba aver 1apelfcula,

    Por ningun motivo podia desconcen-trarme.

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    Lo que S I me provocaba inconvenientes_y grandes-- eran laspeHculas con escenas deinfidelidad conyugal. Ahl tenia que echarmanoa rodo rni poder de fabulacion y cambiar el ar-gumento para nocausarle dolor a mi padre.

    Aunque habia pasado un par de afios des-de la fuga de mi mama,aun la herida goteaba.sangre, como deda el, cuando seemborrachaba..Por 1 0 mismo, nosotros, ademas de no nombrar-la,renlarnos que evirar decir 0 hacer cualquiercosa que lc trajera e lrecuerdo de ella; si esto ocu-rria, el pobre terminaba encerrado enel dormi-torio, llorando amargamenre en silencio.

    Como sucedio un dia en que, despuesde ver una pellcula espanola,y para represen-tar a una bailarina de flamenco, no se me ocu-rrionada mejor que ponerme uno de los vesti-dos que mama habra dejadoen casa, uno a.lunares rajos y con vuelitos que a ella le gusta-bamucho, y que no se llev6 seguramente por-que mi padre se 1 0 habiaescondido.

    Mi padre siempre se 1 0 andaba escon-diendo para que no se 1 0pusiera.

    El vestido, que era perfecto para repre-sentar a la bailaora,con s610 un par de alfileres

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    52me qued6 casi armado de talle. Como pasabacon la mayorfa delas nifias pampinas, aunquerecien iba a cumpIir los once afios,tenia uncuerpo demasiado desarrollado para mi edad.

    Algunos hombres dedan, con un brillohibrico en la mirada, que 10 que had a rnadu-rar antes de tiempo a las nifias pampinas eraelsalitre, no en vano elogiado en todas las latitu-des como elmejor abono natural del mundo.

    Esa noche, alverme con el vestido de ma-ma, mi padre se pusollvido, lanz6 el vasa de vi-no contra la pared (e l unico vasa quequedaba encasa) y me mand6 cuspeando a quitarrnelo,

    La narraci6n de la pelicula se suspendi6y el estuvo tres diasamurrado en e 1 dorrnito-rio, bebiendo su vino en un jarro deporcelana.

    No dej6 nique 1 0 acostaramos en la cama.Cada noche, entre uncrujir de tuercas

    oxidadas, le estirabarnos los huesos de las pier-nas paraacostarlo, por la manana se los dobla-barnos de nuevo para sentarloen el sill6n.

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    En el campamento, en tanto, la gentecomenz6 a hablar de rnl, Esla nifia que cuen-ta peliculas, alcanzaba a olr a vecesmientrashada fa cola del pan en la pulperfa. 0 cuandopasaba por lacalle del comercio a la salida delcolegio. Pero mi popularidadprendi6 definiti-vamente la tarde en que alllegar del cineen-contre que habia mas genre de 1 0 normal espe-randorne encasa.

    Aparte de los amigos de mis herman os-qe ya habfan pasado demirar por la ventanaa entrar y scntarse en el 5UeIO--, mi padreha-bla invitado a dos de sus ex compafieros de tra-bajo, quienesllegaron a oirme acompafiadosde sus esposas y sus hijos. Mishermanos tuvie-ron que ceder la banca y sentarse en el suelocon susamlgos.

    Mientras tomaba mi taza de re y mepreparaba a contar la peliculade pie contra lapared blanca, mi padre no se cansaba de repe-tir asus invitados que aunque la pelkula fueraen blanco y negro, y amedia pantalla, esta ni-nita, compadres, parece que la contara entee-nicolor y cinernascope.

    Y a 1 0 van aver ustedes mismos,

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    54Contar la pellcula con mas publico me

    parecio fascinante. Me sentla toda una artista.Creo que esa vezhice una de mis mejores na-rraciones. La pelicula era una comediamusical,con la actuacion de Marisol, la nina prodigiode Espana. Lasvisitas quedaron encandiladas.Y no solo por mi forma de contar y deactuar,sino con la interpretacion de las canciones.

    Al final los aplausos me sonaron comorrnisica en los Didos.

    Desde ese dia se cornenzo a hablar abierta-mente sobre miparticular ralento de contado-ra de pellculas, y cada noche masamigos de mipadre se hadan los invitados para venir ala ca-sa aofrrne.

    A verme y ofrrne.

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    Una tarde, uno de los invitados dijo,como a 1 desgaire, algo quea nosotros como fa-milia jamas se nos habria ocurrido: quepodria-mos cobrar entrada. Que 1 0 que yo hada eraun espectaculoarristico con todas sus lerras.

    Yel arte, amigos mlos, se paga.De modo que esa noche, despues decon-

    versarloun par de horas con mis hermanos mayo-res -a mf no mepreguntaron nada-, mi padreencontro la soluci6n perfecta: no secobrarla entra-da, sino que se pediria una donaci6n voluntaria.

    Es 1 0 mas sano , dijo. Pero antes ten-drIarnos quereacondicionar la pieza del living.

    Al dla siguiente se pusieron manos a laobra. Mis herrnanos seconsiguieron una ban-ca y una silla vieja, que repararon a clavoymartillo. Ademas, se puso un par de tarros demanteca volteados, uncaj6n de cerveza y todo1 0 que sirviera para sentarse. InclusornerirnosIa gran piedra emporrada ala puerta de la ca-sa, en dondemi padre antes del accidente sesentaba a tornarse su botellita devino.

    Y la cosa ernpezo a ir bien.La sala se llenaba de nifios yadultos,

    hombres y mujeres. Habra quienes iban a vee

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    56la pellcula al cine y 1uego se venlan a la casa aoirla contar.Despues salian diciendo que lapellcula que yo habia contado eramejor que laque habian visro.

    Animada por mi popularidad, descui-dando incluso las tare asescolares, deje de leerhistorietas y me concentre nada mas que enlarevista Eer an (aprendf que ecran era la pantalladel cine). Juntocan devorar cada ejemplarnuevo que llegaba a la biblioteca, me leiunaruma de ruirneros viejos que la bibliotecariame trajo de labodega. Especialmente me inte-resaban dos secciones: Oltimosesrrenos yChismografla hollywoodense. Queria saberabsolurarnenretodo sabre las pelkulas y las ac-trices que adornaban generalmentela portadade Ia revista.

    Yes que yo me senna como una de ellas.Tanto as! que hasta se meocurri6 bus-

    carme un seud6nimo. Yo era una artista y me-reda un nombre deartista.

    Uno que le viniera a 1 0 que yo hada,claro.

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    Par el Ecran habra descubierto que lamayoda de los acto res yactrices famosos te-nian nombres ficticios, pues los suyos, losreales,eran tan feos como el rnio. 0 mas incluso. Co-mo ejemplo delos ejemplos estaba Pola Negri,la gran diva del cine mudo. Sunornbre siem-pre me habia gustado mucha, 1 0 encontrabaperfectopara una actriz, Pero un mal dla des-cubri con horror que ese erasu seud6nimo, yque su verdadero nombre era Apolonia Cha-vulez. Nopodia ser verdad, me dije consternada.Can ese nornbre la pobrecillano hubiese teni-do gracia ni para mover las pestafias.

    Mi otro desencanto fue cuando supeque Anthony Quinn, uno de misacto res favo-ritos, se llamaba en verdad Antonio Quinones.

    iQue manera de perder glamour!Alguien despues me dijo que losseud6ni-mas los usaban los artistas de rodos los rubros.Que ademasde los poetas como Pablo Neruda(de nombre Neftali Reyes) y GabrielaMistral (denombre LucilaGodoy), hasta los cantantes los usa-ban.Sabre todo esos cantantes de la nueva ala,como le llamaban, quecomenzaban a oirse a ca-da rate en cada una de las radioemisorasdel pais.

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    58Para muestra me dieron tres botones:Un ripo que se llamabaPatricio N ufiez

    se bautizo como Pat Henry; Pat Henry y susDiablos Azules. Otro,un tal Javier AstudilloZapata, pas6 a llamarse Danny Chilean. Yunaesrudiante de liceo, Gladis Lucavecchi, se con-virrio en unagran estrella de la cancion y de lasfotonovelas bajo el artfsticonombre de SussyVeccky.

    De modo que, para no ser menos, co-rnence a buscar mi seudonimoartlstico, Tras mu-cho pensar, inventar y componer nombres-al-gunos sacados de la revista Ecran; otros delsantoral delcalendario y hasta de una vieja Bibliaque habla en casa, unicaherencia de mi abuelopaterno--, ninguno me conformaba. Hasta queunatarde Ie of decir a la vecina ilustrada de la co-rrida, hablando dernl con mi padre:

    SUhija es un hada contando peliculas,vecino, su varita rnagicaviene siendo la pala-bra. Con ella nos transporta a todos,

    Entonces se me ocurri6. Se me a/umbr afa azotea, como decia rnihermano mayor.

    Me Hamada Hada Delcine.Hada Delcine.La reperf varias veces y meparecio que

    sonaba bien; induso dejaba un sabor comoafrancesado en laboca.

    Y 1 0 mejor era que no tenia ninguna erne.

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    De modo que de la noche a la manana,casi sin darnos cuenta, elliving se convirti6 enalgo asi como una pequefia sala de cinecontado,

    Distribuimos la pieza en dos partes,igual que en el cine de laOficina. Arras, juntoal sill6n de mi padre y la banca de misherma-nos, acomodamos todos los cachureos que sir-vieran parasentarse, Y esa era la platea. La ga-lerla paso a ser la parte deadelante, en dondetodos, especialmente los nifios, se sentaban enelsuelo. La ventana, que era el baleen, se sus-pendio.

    Se cerro.Se le puso una rranca,Y no solo para que nadie me vieray

    oyera sin dar su donacion, sino porque algunosnifios de la otracorrida -can los que mis her-manos se andaban agarrando a pedradasdesdesiempre- comenzaron a dejarse caer en lashoras en que yocontaba las peliculas y se po-nian a lanzar cosas par la ventana:chides, es-cupos, globos can agua, zurullos secas.

    Una vez arrojaron un pericore vivo.En la puerta pusimos unapizarra en

    donde diariamente escriblamos el titulo de la

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    60pelicula a conrar, y la hota en que comenzabala funcion, En Iaparte de abajo, can Ierra maschica, agregamos:

    No se admiten p e r r o s .Mi padre era el encargado de recibirlas

    donaciones. Sentado en su silion can ruedas, seinstalaba en Iapuerta can una caja de zapatosen las rodillas. Los donativos nopasaban masalla de cinco pesos, los adultos, y un peso losnifios.En el cine Ia entrada costaba cincuenra.

    Mi hermano mayor hacia de portero ylos dernas deacomodadores.

    Para graficar 1 0 bien que nos iba, bastadecir que los nifiossin un peso se turnaban enlos agujeros de las calaminas para verme.Ade-mas, uno de los vendedores de embe1ecos delcine, aprovechandoel tiempo entre el terrninode la vesperrina yel cornienzo de lanocturna,que era la hora de rni funcion, se venia a pararafuera deIa casa.

    Vespernoche, le puso mi hermano Mirtoala hora de mi funci6n.

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    Los dtas en que no podia i f a l cine porquedaban una solo paramayores de 2 I , no me ha-cia mayor problema. Como tenia unamemoriaque sepodria llamar Hlmica, repetia la pelicula demas exitodurante la semana. Aquellos dias, co-mo los adultos se iban todos a1 cine, Ia casa sellenaba solo de nifios y de algunas viejecirasquellegaban hablando pestes contra esaspelicu-las cochinas que trafael empresario peliculero.

    Sin embargo, los mejores dias para no-sorros eran aquellos enque no habia funcionen el cine de la Oficina. Esto ocurria de vezencuando y por diferentes motives:

    Porque la pelicula no llegaba.Porque fallaba laproyecrora.Porque se enfermaba el Cojo Peliculero.Esro Ultimosignificaba que el hombreci-

    to se hallaba tan borracho que no 1 0 podian lle-var al cine nisiquiera en carretilla, como en unaocasion 1 0 hicieron, segun noscontaba mi padre.

    Fue una vez que daban una pelfcula deJorge Negrete. El cineesraba replete y el opera-dor no llegaba. Alguien dijo haberlovisro dur-miendo la borrachera en una mesa de la fonda.Entonces,unos mocetones, coaligados con el

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    62concesionario del cine, 1 0 fueron a buscar, 1 0 car-garon enun carreton de mano y se 1 0 llevaronpor el medio de la calleprincipal. Una ve z en elcine, 1 0 subieron entre todos a la salade proyec-cion. Allf 1 0 despertaron a cachetadas, le moja-ron lacara y 1 0 obligaron a dar la pelicula.

    Cuando el cine no abrfa sus puertas, yoescogia para conrar unapeiicula mexican a, deesas con harras canciones, que eran las quemasIe gustaban a la genre. En tales ocasiones, Ia ca-sa se llenabahasta no dejarme sino un estrechoespacio para moverme.

    Esas funciones con harto publico eran pa-ra rnf las mejores. Mipadre comentaba que 1 0mio era una especie de pinico escenico a lreves.Alga as! como extasis escenico, deda riendo. Yno dejaba detener razon, Pues, mientras mas gen-re me oia y vela, tanto mejorcontaba la pelicula.

    jComo gozaba esos aplausos del publicoal final de misrelatos!

    Por entonces ya habia comenzado a sa-ludar como 1 0 hacen lasactrices en el tearro ,que yo, por supuesto, solo habia vista enpelf-culas. AI terminar,.mienrras la gente rompia ena.plausos, yoentraba corriendo a la pieza con-tIgua, esperaba un ratito,respiraba hondo yvolvia a salir y a saludar con esa reverenciademedia cuerpo que tanto me gustaba hacer.

    Habia ocasiones en que Lagenre me ha-cia salir hasta tresveces.

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    Despues de esas funciones los aplausosme quedaban resonandodurante toda la noche,hasta no poder conciliar e l suefio. En misdesve-los pensaba en mi madre y , debajo de lasfrazadas,lloraba ensilencio. Cuando ella nos ahandono,igual que mi hermano comenz6 atartamudear,yo me ilene de piojos blancos. Las vecinas dedanque esadase de piojos sallan con la pena. Y co-mo la pena era par mimadre, comence a comer-me los piojos de puro arnor hacia ella.

    As! la querfa,As! la echaba de menos.iQue orgullosa se sentiriaahara, me de-

    da, si viera c6mo la gente me aye y me aplaude!~La aplaudirin aella igual que ami,

    despues de sus bailes? ~Habrfa cambiado sunombre por otro masarrfstico? ~Seguiria usan-do esos pafiuelos de seda tan bonitos?Sofocan-dome debajo de las tapas, me la imaginaba bai-landosemidesnuda, en un escenario adornadode luces de colo r es que seprendian y apaga-ban. Par esos dias, a traves de unas mujeresquehablaban en la cola del pan, me habia en-terado de que mi madre sehabia ida de baila-rina en una revisra de variedades.

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    64Dedan que la cabeza hueca de la

    Magnolia habia sido engatusada POf el direc-tor de unacornpafifa de picaresque que pasopor la Oficina, y se la llev6 a lacapital con lapromesa de convertirla en vedetre, Lo que noentcndlbien fue algo que dijo una de ellas,haciendole un guifio a lasdemas: que habianquedado varios viudos llorando su huida, pe-ro queel mas apenado de tcdos era eI senoradminis trado r.

    Mi madre tenia veintiseis afios cuando sefue. Y pese a habertenido cinco hijos, en cin-co afios seguidos (e l primero 1 0 tuvoa los ca-torce) conservaba una figura envidiable. Deeso me acuerdoperfectamente porque variasveces, cuando esrabamos las dos solas encasa,la vi bailar en ropa interior frente al espejo.

    Sin embargo, su rostro se me iba des-dibujando, se me ibaborrando como el deuna actriz que ha dejado de hacer cine pormuchotiempo. Lo otro que me ocurrfa eraque, de tanto ver y contarpeliculas, muchasveces las barajaba con la realidad, Mecostabarecordar si tal cosa la habfa vivido 0 la habiavistoproyectada en la pantalla. 0 si la habiasofiado, Porque sucedia quehasta mis propiossuefios los confundfa despues con escenasdepdiculas.

    Lo mismo ocurria con los recuerdosmas lindos de mi madre. Lasimageries de lospocos ratos felices vividos junto a ella seiban

    65desvaneciendo en mi memoria, ina~e~able-mente, como escenas deuna pelicula vieja.

    Una peHcula en blanco y negro.Y rnuda.

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    Alguna vez lei una Frase -seguramentede un autor famoso- quededa algo as! comoque la vida esta hecha de la misrna materia delossuefios. Yo digo que Ia vida perfectamentepuede estar hecha de lamisma materia de laspeliculas.

    Contar una pelicula es como con tar unsuefio.Contar una vida escomo contar un sueiio

    o una pelicula.

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    Mientras tanto, mi fama creda cada vezmas. Tanto asi que depronto comenzaron allamarme para que contara peliculas adornici-lio. Sobre todo los empleados y los cornercian-tes, que erala genre mas pudiente de la Ofici-na. Entonces, como el dinero quese juntabaen mis funciones estaba alcanzando para dar-nos pequerioslujos, como comprar bebidaspara el almuerzo y mandarme al cinepractica-mente todos los dias -no obstante que 1 0 quese llevabacasi todas las ganancias eran las bo-tellas de vino de mi padre,que aumentaron vi-siblemente en cantidad y calidad-, no se aquiense lc ocurri6 la idea de mandar a irnpri-mir tarjetas depresenraci6n.

    Can riberes dorados y una letra llena denngo-rangos:

    contac/o)ra de le/leu(aJAhf fue que cornenzo mi desgracia.

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    La primera persona que me contratofue doria Mercedes Morales, lacosturera quevivia frente a la plaza, una de las mujeres masbuenasque he conocido en mi vida. La senoraMercedes me mand6 a buscarpara que le con-tara L a v i o le te ra , pelkula interpretada porSa-rita Montiel y RafVallote, que solo una serna-na antes se habtadado en el cine. Ella no habiapodido verla porque habia bajado alpuerto acomprar generos y botones.

    Yo Ia recordaba perfectamente. Y lacanci6n que daba tltulo alacinta me la sabiade memoria, pues siempre la tocaban en la ra-dio.Adernas, la tarde que la cante en la casahabia recibido uno de losaplausos mas largosde mi naciente carrera.

    De modo que ese dia, despues de a l-muerzo, pard al dorniciliode la costurera. Mihermano Mirto, obligado por mi padre, meayudo allevar el caj6n de te con toda mi utile-ria espanola. La mujerquedo encantada y fuemuy generosa. Ademas de regalarme una blu-sade taferan, de color morado y con vuelitos,me pago m a s de 1 0 quejuntabamos en dos diasde donaciones en la casa.

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    72De ahi en adelante comenzaron a lla-

    marme tupido de otros hogares.Casi siempre era para contarlespellcu-

    las a ancianas 0 ancianos enfermos, que no po-dian ir a l cine.El problema era que algunos mepedian peliculas muy antiguas, 0queyo no ha-bia visro. Con las antiguas no habia proble-mas, partiendode 1 0 poco que me acordaba ycon 1 0 mucho que ponia de mi eoseeha,podiaperfecrarnente salir del paso. Solo una vez meat rev! a conraruna que no habia visro. Fuecuando me llamo dona Filiberta, laducfia dela unica pastillerla de la Oficina.

    La anciana, un tanto loea segun la gen-te, estaba por rnorir yquerla que Ie contara unviejo film (dijo f i lm) de LibertadLamarque. Lapelicula se llamaba B eso s b rujo s, y dofiaFiliber-ta, poniendo los ojos en blanco, dijo que le traiarecuerdosde un amor inolvidable. Me cont6que la escena que mas recordaba eracuandoLamarque, banandose en un bello lago de aguasazules (aunquelas peliculas en esos tiernposeran en blanco y negro, ella dijo a gu as a z u le s ),eantaba una cancion preciosa que se llamabaC o moe l p a ja ri to .

    ~~La viste, nifiita? -me pregunto.Yo le menti, le dije que sl,pero que no

    me acordaba mucho. Que cuando la vi eramuy chica. Pero si ellame refreseaba un pocola memoria ... La anciana, adernas dehaeermeuna larga sinopsis, con variados deralles de tra-

    73jes y paisajes, me canto entera la eanelon delpajarito. Conrodo eso acme rapidamente unahisroria y estuve contandole lapellcula hastaque se quedo dormida.Dofia Filiberta, que ya tenianoventa ydos afios de edad, y que habia enviudado tresveces, rnuriodos dlas despues de haber estadoyo en su casa. Sus familiares,luego del funer.~,contaban como anecdota que la abuela Fill,como lededan, habia dicho que la peHculaque la nifiita Ie cont6 no andabani por las ta-pas de la que ella habia visto, pero que de to-dasmaneras le habia gustado mucho. Indusomas que la otra,La otraapenas duraba una hora y cuar-to, dijo sonriendo. {(Yesta nifiitame cont6una de casi dos horas.Dedan los deudos que habia rnuertofeliz.

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    Los pedidos de peliculas a domicilio loscumplia a la hora de lasiesta, pues en la ma-nanas asistia a la escuela y por la tarde meto-caba ir al cine. Mis herrnanos, entre reclamosy pataletas, ainstancias de mi padre se turna-ban para ayudarme en el trasladodel caj6n deteoMe dejaban en la vivienda de donde me ha-blanllamado y se iban a jugar. Quedaban depasar a buscarme en una hora;una hora era elterrnino medio que ocupaba en contar mis pe-liculas.Pero siempre se quedaban jugando y yotenia que arreglarmelas sola.Algo as! ocurri6 eldla nublado en que le fui a contar una deva-queros al prestamista de la Oficina.

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    Nuestra Oficina era una de las mas po-bres del canton. La genteno tenia que ver nique hacer en las largas tardes pampinas. Nohabrafilarrnonica donde ir a bailar, no conta-barnos con banda de musicaque tocara retre-tas los fines de sernana en el quiosco de laplaza.Ni siquiera tenlarnos dfa de tren, que en lasotras oficinasdonde habla estacion ferroviariaera toda una fiesta.

    S610 nos quedaba el cinernat6grafo.Pero el sue1do no siemprealcanzaba pa-

    ra pagar un boleto. Todo el mundo vivia defiado, y paraconseguir alga de dinero antes delos dias pago, la mayoria acudia aempefiar latarjeta donde el prestamista.

    Don Nolasco se llamaba el prestamista.Era un hombre largo, redoUeno de hue-sos , hurafio como un perro de desierto. Ala lar-gahabia llegado a convenirse en e l hombre masodiado de la Oficina.No s610par usurero, sinoporque ademas trabajaba de vigilante en ell i m -co pasaje de solteros del campamento. Allf debracuidar quelos hombres no entraran licor ni rnu-jeres a sus camarotes, Y eneso don Nolasco eratan estricto como para cobrar sus prestamos.

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    78Nada se le pasaba a' sus ojos de buho.Los jueves, dfa desuple, era corrnrn ver

    a las esposas de obreros rogandole que, por fa-vor, se pagara dela mirad ahora, don Nolasco,yel resro 1 0 dejamos para Ia otrasemana, 'queI ~M' ~e parece. Ire que tengo que comprarle lechealaguagua.

    Pero no habfa case, el hombre era duroe insensible como uncostron de caliche.

    Yo un par de veces acompaiie a rni ma-ma a empenar la rarjeta demi padre y vi la ca-ra inexpresiva del hombre.

    De verdad, parecfa hecho de puro hueso.Nadie nunca 1 0 habiavisto sonreir.

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    EI hombre vivla en una casa oscura y si-lenciosa, en la ultimacalle de la Oficina, por ellado poniente. Era domingo cuando fui acon-tarle la pelfcula,

    Y estaba nublado.Las calles, como siempre ala hora de la

    siesta, se veian solitarias, Mas aun ese dla queen la cancha defiitbol, en las afueras del cam-pamenro, se jugaban las finales deleampeona-to local. El hirbol era 1 0 otro que salvaba a lagente delarido hasdo de la pampa.

    Cuando llegamos a su casa con mi her-mano Manuel (que mi padrehizo venir de laeancha para que me ayudara), el prestamista sa-li6a la puerta, me mira fijo y pregunto para queera el cajon. Cuando lc expl ique dijo lac6nico:

    Sin disfraces,Manuel, contenrisimo, se devolvio de in-

    mediato con el cajon a la casa y , de ahi, a toda ca-rrera, a lacancha. Yoal principio pense que el ca-ballero queria imaginarselos personajes a suantojo. Algo que me pareci6 bien. Pero luegoin-tui un dejo de malieia en su actitud, Sin embar-go, no hiee casode la corazonada. Pense que de-bla ser la influencia de ver tantaspeljculas,

  • 5/14/2018 La Contadora de Peliculas Parte 2

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    El prestamista vivia solo. La cortina dela ventana estabacerrada y la casa se veia pe-numbrosa. Me Ilarno la atenci6n 1 0atiborradode la pieza del living, tantos muebles antiguosy baulespolvorientos. Mi casa tal vez no teniamueb1es, pero era mucho masluminosa queaquella.

    Los anaqueles estaban repleros de arte-factos que la gente iba aempefiar: radios, rna-quinas fotograficas, juegos de loza, cortesdecasimir ingles. Imagine dentro de lo s baulescienros de relojes yanillos de oro. En la esqui-na de un aparador, atado con elasricosde bille-tes, se vela el fajo de tarjetas de suple cmpefia-das porla gente. Todo el campamento sabiaque e l presramisra era tanreceloso que llevabal~s tarjetas con cl a todos lados, inc1uso a laga-nta donde trabajaba, esto por si a algun obre-ro le caia platadel cielo y queria retirar la su-ya. E1 hombre recibia plata lasveinticuatrohoras del dia.

    Don Nolasco se senro en un sofa. Yo, depie frente a el, cornencea conrar la pelicula.Me habia pedido una de John Wayne, unaquehabian pasado en e l cine hacia poco. Por pri-mera vez senrfaque me temblaban las piernas.Por primera vez no hallaba laspalabras paracomenzar mi relato. Me repele por haber deja-do ir arni hermano.

    Sentia miedo.El hombre era como el malo del pueblo.

    81Cuando recien comenzaba la narraci6n

    me interrumpi6 toscarnente para decirme queel no oia bien con unoido, que me acercaramas. Despues me dijo que mejor le contaralapeHcula sentada en sus piernas.

    Lo dijo en un tono cortante que no meatrevl a desobedecer.

    Sentada en los huesos de sus rodillas,cornence de nuevo. Elhombre me veia de ma-nera rara. Me di cuenta entonces de que lape-llcula le interesaba un comino. Pero ya era tarde.En esosmomentos el prestarnista me cornenzoa hacer 1 0 que me hizo. Elmiedo volvi6 mieuerpo de gelatina y no arine a nada. El hom-brehizo 1 0 que quiso eonmigo, sobre todo dela cintura para abajo.

    Aunque yo algo habla hecho con algunosamigos de mis hermanos,por los tiempos en quelos aeompafiaba a las calieheras viejas, esono ha-bra sido mas que juegos de nifios. Ahora sentique me habiandesgarrado por dentro.

    Sali de alli como alunada.Mientras caminaba de vuclta a casa,co-mo pisando sobre esponjas, fui dejando caeruna a una el pufiadode monedas que el hom-bre me puso ala fuerza en las manos antesdedejarme ir. Una infinita sensaci6n de verguen-za embarazaba miesplritu. Me sentla irnpurahasta para recibir el aire querespiraba.

    AI doblar la esquina de mi corrida divi-se a rni padre en lapuerta Y trate de disimular

  • 5/14/2018 La Contadora de Peliculas Parte 2

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    8 21 0 mejor que pude. No querla verlo sufrir masde 1 0 que yasufrfa. Mi pobre viejo dormitabacan la cabeza abatida sabre elpecho. Mis her-manos 1 0 habian dejado allf, acornpafiado desubotella de vino. Me quede rnirandolo un ra-to hundido en su sillonde ruedas --inserviblede la cintura para abajo-. Entonces, desubi-to, y de una oscura manera, cornprendi la ra-zon de fonda depar que mi madre 1 0 hablaabandonado.

    Recorde, adernas, que cuando ella se fueel cielo estabanublado.

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    Por la tarde fui al cine como siernpre.Luego, en la casa, conteIa pelicula rapidamen-te y sin ningun entusiasmo. Dije que medoliala cabeza. Menos mal que habra casi puros ni-nos y losreclamos fueron pacos. Despues llevea mi hermano mayor para elpatio y, sentadosen un durrnienre, le conte 1 0 sucedido.

    Para mi propia sorpresa se 1 0 conte sinllorar. Estaba embargadade una rara serenidadque me rnantenia como en el aire. E l meoyorodo el raro en silencio.

    No pronuncio una sola palabra.Casi ni pestafieo.Al final -.presa de un vago sentimien-

    to de culpa- me quede con la sensaci6n deque no debi haberselocontado.

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